El dilema Mareo

Con Pedro Díaz, a punto de ser traspasado al Girondins, se reabre el debate sobre qué es y qué debería ser Mareo para el Real Sporting

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No fue un 1 de agosto normal ni tranquilo para el Real Sporting de Gijón. Anuncio de dos fichajes (Rober Pier y Hassan), inauguración de su nueva residencia, estreno de un nuevo césped y la vuelta a Gijón de Alejandro Irarragorri. Cuando el máximo accionista está en la capital de la Costa Verde siempre pasan cosas. Lógicamente el presidente de la entidad vino a inaugurar la residencia de futbolistas; uno de los primeros proyectos que Orlegi Sports quiso sacar adelante tras adquirir el club hace 13 meses. Pero esa visita del ‘patrón’ trajo más titulares.

Porque el primer acto público del día fue un desayuno informativo con los medios de comunicación que cubren el día a día del equipo. Es algo habitual desde la llegada de Orlegi y que se hace de forma periódica, pero no siempre con la presencia de Irarragorri. En ese encuentro salió uno de los temas más candentes de la actualidad: el traspaso de Pedro Díaz. El sierense, como es sabido, pondrá rumbo al Girondins de Burdeos en las próximas horas salvo sorpresa mayúscula. Dejará en las arcas unos 4 millones de euros en dos plazos y posibilidad de superarlos mediante variables. Económicamente y cabe recalcar eso, económicamente, casi todos entienden, al menos una mayoría, que la operación no es nada mala para la SAD.

Pero más allá de que en el plano económico la venta pueda ser buena y ayudar a reforzar el equipo en el mes que resta de mercado, en esa reunión surgió la catalogada ‘pregunta del millón’. ¿Por qué si el club no necesita vender como se ha dicho varias veces, vende a uno de sus mejores jugadores bastante por debajo de su cláusula? La respuesta de Alejandro Irarragorri fue clara. Cortita y al pie que se dice en el fútbol. El jugador, Pedro Díaz, quería irse como también quiso irse Gragera y una larga lista de canteranos antes que ellos. Y dijo más. Quería irse porque Pedro Díaz, al igual que otros canteranos son difíciles de gestionar internamente y arrastran desgaste de la anterior propiedad; con una gestión que les hacía sentirse simple mercancía y no parte de un proyecto.

Unas declaraciones de Irarragorri que, sean ciertas o no, abren de nuevo un viejo dilema y debate en el sportinguismo sobre Mareo. Un jugador como Pablo Pérez dijo hace años que el canterano del Sporting debía cambiar esa mentalidad de que para triunfar hay que abandonar el Sporting en cuanto haya ofertas. Hace algo más de dos años, Javi Fuego, que en su día tuvo que hacer las maletas por la necesidad entonces del club de vender por las deudas que arrastraba, dejó unas declaraciones parecidas. Ningunas de esas declaraciones parecen haber calado, por ahora, a los jugadores de la cantera que han llegado al primer equipo en los últimos años. Eso sí, a la espera de ver como evolucionan los últimos en llegar y asentarse.

Porque en los últimos dos años han ido abandonando el club jugadores formados en la escuela rojiblanca. Con Gragera y Pedro Díaz se repite un ‘modus operandi’ que se ha venido viendo desde hace varios años. No hay más que recordar nombres como los de Jorge Meré, Sergio Álvarez o Dani Martín. Todos fueron traspasados tras pedir salir (al menos, según el club) por cantidades, más altas o más bajas; con salarios más altos o más bajos. Pero con el mismo final. Dinero en caja que o no se utilizaba en sustitutos de los traspasados. O peor aún, se utilizaba en jugadores que no lograron ni acercarse al rendimiento de sus predecesores. Un bucle sin fin del que el sportinguismo parece no ver salida.

Por ello, le toca a los ‘nuevos’ lograr cambiar esa mentalidad dentro de Mareo. Todo para que los próximos canteranos en llegar al primer equipo tengan una ‘mentalidad Pablo Pérez’ y decidan priorizar hacer carrera en su club y no atender a la primera oferta que llegue. Llevará su tiempo hacerlo, pero como dijo José María García, el tiempo es un juez implacable que dará o quitará razones. En este caso el tiempo dirá si, de una vez por todas, el dilema de Mareo se disipa como lágrimas en la lluvia.

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