Mientras buscaba el canal de televisión en el que prepararme para seguir el partido del Levante UD, que hoy redebutaba en un partido de UEFA Women’s Champions League (UWCL), tras un par de temporadas fuera de la competición, he perdido la esperanza al descubrir que no podría ver el pimer partido oficial de Alba Redondo, después de ganar, nada más y nada menos, el Mundial Femenino, hace menos de un mes. Para mi sorpresa, aunque al pensarlo fríamente cada vez me ha sorprendido menos, la Ronda 1 de la UWCL ni se televisa, ni se narra radiofónicamente, y dificilmente podrá leerse en una crónica que no se haya basado en la información publicada por los clubes a través de las redes sociales.
Más allá de esta manera de seguir la información, aunque estaba muy detallada, todo sea dicho, a penas había otra forma de informarse sobre el partido y, mucho menos, vivirlo minuto a minuto. Algo que, como decía, sorprende, si intentamos entender el fútbol femenino desde el contexto reciente en el que el Mundial nos ha subido a una nube, merecida, pero a una nube, en la que parecía que tanto medios de comunicación como aficionados empujaban en la misma dirección en favor de este deporte y las futbolistas.
España ganó una Mundial, que no tuvo garantizada la retransmisión
Pero, mientras esperamos a que la liga y los sindicatos se pongan de acuerdo para determinar si finalmente arrancará la competición, dentro de dos días, tras la convocatoria de huelga que busca exigir mejoras salariales y laborales para las jugadoras, ya es hora de volver a poner los pies en el suelo. Puesto que, aunque el fútbol femenino, al menos en España, ha dado un salto radical hacia delante, en lo que se refiere al reconocimiento tanto del deporte como de las propias jugadoras, parece que tan solo ha sido un espejismo que refleja que la visibilidad tan solo llega cuando alcanzas el éxito.
Hasta, prácticamente, el mes de junio, el Mundial 2023 de Australia y Nueva Zelanda tuvo serias dificultades para venderse a las televisiones. Ninguna de las grandes cadenas de los países europeos parecía tener clara la «apuesta» por comprar los derechos televisivos del Mundial, alegando que el horario oceánico le restaría considerables niveles de audiencia a la competición. De hecho, el propio Miquel Iceta, el ministro español de Cultura y Deporte, publicaba estas palabras, a 31 de mayo de 2023: «Hemos conocido con preocupación que, hasta ahora, no se han adjudicado los derechos de televisión para que los partidos se retransmitan en nuestros respectivos países. Somos conscientes de los intereses legítimos y de las limitaciones presupuestarias que presionan tanto a los titulares de derechos como a las emisoras independientes, que necesitan un modelo económico viable«.
El fútbol femenino responde social y económicamente
Pero, a pesar de las dudas y peticiones, tanto de los altos cargos, como de los aficionados de a pie, el Mundial se emitió, no íntegramente en la televisión pública, pero se emitió. Y esta inversión hizo sonar la caja registrado de la FIFA hasta reventarla. Puesto que, tras la final del mundial que enfrentó a España e Inglaterra en el Accor Stadium de Sydney (Australia), ante más de 75 000 aficionados, la federación internacional logró triplicar el dinero invertido, obteniendo un beneficio de más de 500 millones de euros, tal y como declaró el presidente, Gianni Infantino. Lo que supuso “el segundo ingreso más grande de cualquier deporte, sin contar por supuesto a la Copa Mundial masculina, en el escenario mundial”, como explicó el presidente.
Por lo tanto, a pesar de las dudas que pudo generar, y sigue generando, el fútbol femenino, parece que este deporte no solo interesa, sino que aporta los suficientes beneficios como para suponer la segunda fuente de ingresos de un organismo como la FIFA, tan solo por debajo del Mundial de Qatar, que podría ser uno de los eventos más importantes social, económica y deportivamente hablando, si no el que más.
La estrella imanta el empujón mediático
Aún así, como decía, el espejismo del Mundial, que reflejaba éxito y oportunidades para las futbolistas, llegó a Australia y Nueva Zelanda, pero no ha podido viajar hasta los Países Bajos para retransmitir la Ronda 1, que sirve como proceso de clasificación para formar la fase de grupos de la UWCL. En esta fase eliminatoria, dividida en dos partidos tras una Final Four, acogerá tanto partidos entre equipos humildes de diferentes ligas europeas como la islandesa o la austriaca, hasta partidos de equipos de renombre dentro del contexto internacional, como puede ser el caso de la Juventus, el Arsenal o el propio Levante UD, equipo en el que juega una de las campeonas del mundo, Alba Redondo, y que este medio día ha conseguido el pase a la final de la Ronda 1, con gol incluido, sin que nadie haya podido verlo.
𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋 | ¡Vamos, granotas 👏🏽👏🏽🐸👏🏽👏🏽!#LevanteUDFemenino 4-0 @FCStjarnan
¡Estamos en la final de la primera fase de clasificación de la Champions!#OrgullGranota 🇪🇺🏆 @UWCL pic.twitter.com/ApMIUJljzw
— Levante UD Femenino (@LUDfemenino) September 6, 2023
Zancadilla para la afición
El choque de realidad que, en cuestión de semanas, ha pasado de ofrecer una imagen del fútbol femenino protagonizando los espacios mediáticos, con una audiencia de más de 5 millones y medio de espectadores en la final del Mundial y más de 20 000 personas esperando al autobús de La Selección, decorando de rojo y amarillo las calles Madrid, a ni siquiera poder ver los partidos en ninguna televisión, más allá de los canales propios de los equipos que los dispongan y se animen, como es el caso del Celtic o el Arsenal, nos recuerda que este deporte todavía está muy lejos de mantenerse en esa línea que nos permitió soñar durante el mes que duró el torneo mundialista.
Una situación que eclipsa el fútbol femenino y le pone el palo en la rueda a la afición, que tiene que ideárselas para superar el apagón televisivo y seguir a su equipo, a pesar de la desconexión mediática y audiovisual.