El fútbol español se ha visto salpicado este 2023 por uno de los escándalos deportivos más grandes que se ha recuerda en el ámbito nacional. El ya famoso Caso Negreira ha puesto en el ojo del huracán al Fútbol Club Barcelona después de demostrarse que el conjunto catalán realizase pagos irregulares al por entonces Vicepresidente de Comité Arbitral, Enríquez Negreira.
Un caso sobre el cual, con el paso de las semanas, se han ido destapando todo tipo de informaciones que dejan a la entidad catalana en una situación muy delicada. Y es que lo que en un principio parecía un delito de corrupción deportiva, ha derivado en sus últimas instancias a una imputación del Barça por un delito de cohecho, al considerar el magistrado que los pagos realizados por el conjunto catalán tenían como fin obtener beneficios arbitrales.
Yendo un paso más allá el instructor del caso acordó también a Joan Laporta precisamente por estos pagos durante su primera etapa como presidente del Barça, desde el 2003 hasta el 2010. Una acusación que ha sido recurrida por el propio conjunto catalán. Pero, como no podía ser de otra forma, el propio Laporta también ha tomado la palabra. Y si bien ha logrado convencer a unos pocos, ha generado aún más dudas en otros muchos.
Más allá de aportar pruebas, cifras o cualquier tipo de evidencia que exculpe su relación con el Caso Negreira, prefirió echar balones fuera. Y para ello, trató de cambiar su posición en el caso con el Real Madrid de fondo. Un intento desesperado por cambiar el foco en lo que a la opinión pública respecta. Y es que el Presidente del Barça es totalmente consciente de que, si el Madrid es señalado, nadie se hará preguntas.
Por esto, en medio del mayor escándalo de la historia del fútbol española, Laporta ha tratado de dar vida a una caza de brujas en la que el Real Madrid mueve los hilos de la justicia española para que el conjunto azulgrana salga mal parado. Acuñando el término madridismo sociológico, Laporta quiso hacer referencia a un poder invisible con el que el conjunto blanco busca evitar que el Barça vuelva a la cumbre de la élite futbolística.
Para ello, y debido a la imposibilidad de argumentos los aplastantes argumentos que evidencian los más de siete millones de euros que durante su mandato recibió Negreira, Laporta apuesta por un discurso populista en el que apela a los sentimientos del aficionado culé dibujando al Real Madrid como ese enemigo imaginario que es el causante de todos los problemas que acechan al Barça.
Un discurso basado en un populismo victimista en el que, tal y como dice Ancelotti, se busca desviar el foco de atención de lo que realmente sucedió entre 2001 y 2018. Porque si algo tiene Laporta, es una oratoria que, por lo general, maneja bastante bien. Pero lo cierto es que en esta ocasión Laporta solo convence al que está loco por dejarse convencer, con unas acusaciones sin fundamento en las que apela –o, al menos, lo intenta-, a la rivalidad con el Real Madrid que buscan el aplauso fácil y el respaldo de todos aquellos que acepten sin preguntas cualquier afirmación que sea parte del discurso oficial del Barça.
Una burda actuación medida al milímetro en la que todo lo que no forme parte de este discurso, es entendido como un ataque. Incluso cuando estos vienen de parte de los propios socios azulgranas. Así se demostró en la Asamblea acontecida este mismo sábado, en la que Jaume Llopis, socio compromisario del Barça, realizó una intervención en un tono crítico hacia la estrategia comunicativa de Laporta, ante lo que Enric Masip, asesor de Laporta, fue cazado pidiendo que cortasen el micrófono para detener su intervención. Algo que deja un mensaje claro: la libertad de expresión termina donde empieza el discurso de Laporta.
Por el momento, y hasta que la justicia esclarezca y resuelva todas las acusaciones sobre los implicados en este Barçagate, se pueden sacar muy pocas conclusiones. Pero Laporta, en un intento desesperado por ganarse el apoyo de la opinión pública, ha hecho recordar que los discursos baratos y populistas no solo han sido una constante en el mundo a lo largo de la historia, sino que, además, éstos siempre terminan cayendo por su propio peso.