El año 2023 en el Real Sporting de Gijón deja una palabra que dejará claro la importancia de una palabra: proceso. Desde la llegada de Orlegi Sports a la propiedad del club gijonés se dijo a los cuatro vientos que los resultados llegarían con el tiempo en base a una forma de trabajar propia de su grupo y que no es la convencional en un club de fútbol europeo; lo que Alejandro Irarragorri llamó «procesos». El tiempo está dando la razón al empresario mexicano y a su grupo. A la paciencia y a la apuesta por modernizar un club anclado en el pasado con una importancia muy grande de un hombre que pasó de ser villano a estar cerca de ser considerado un héroe: Miguel Ángel Ramírez. El canario, prácticamente un desconocido, demuestra que con tiempo y paciencia, dos argumentos poco habituales en el fútbol, unidos al trabajo dan frutos.
En lo que respecta al 2023, el Sporting inició el año con 27 puntos en la temporada 2022/2023. Puesto decimotercero y con el fichaje de un auténtico desconocido como Ignacio Jeraldino. Uno de esos jugadores del Grupo Orlegi que, a día de hoy como jugador en propiedad del Sporting, ha resultado ser un fiasco. Pero el año futbolístico, aunque el 2022 había acabado de forma deprimente en liga, comenzó con un gran resultado en Copa. El Sporting eliminaba al Rayo Vallecano por 2-0 en Copa en un gran partido, pero fue espejismo para Abelardo Fernández, ya discutido entonces por la propiedad del club. En liga se empató con el Levante en un mal partido y después se cayó en Santander en un partido aún peor. Ahí la propiedad decidió que el segundo periplo del entrenador gijonés en el primer equipo tenía que llegar a su fin.
Fue una decisión polémica. Si bien los resultados no eran buenos, muchos defendían que pocos mejores que Abelardo para salvar el año de transición y luego ya pensar en el futuro. Pero Orlegi Sports no quiso esperar e hizo su jugada. Trajo a Miguel Ángel Ramírez como recambio, con un debut de lo más accidentado en una goleada frente al Valencia en Copa y dos primeros meses en liga con resultados en la línea de su antecesor, pero un juego poco reconocible. Todo cambió con el empeoramiento de los resultados. La derrota en casa frente al Mirandés, como el propio técnico canario reconoció hace días en una entrevista y la anterior en Albacete, donde el equipo mejoró en juego, pero no en resultado, marcó el antes y el después.
Eso hizo cambiar el chip y pensar únicamente, también desde la propiedad con una rueda de prensa de Alejandro Irarragorri que cogió a todos por sorpresa. El máximo accionista rojiblanco reconoció el fracaso de la temporada, pero pidió unión para que no fuese a mayores. De ahí a final de temporada, el equipo cambió el chip. Priorizando, en algunas ocasiones hasta el extremo, el no encajar gol, empezó a sumar resultados valiosos. Unos que le permitió poner tierra de por medio con el descenso, aunque nuevamente, poco después, volvería a empeorar los mismos. Partidos con hasta más de 10 bajas y decisiones arbitrales muy protestadas, hizo que el equipo acabase la temporada salvado, pero con la decepción y bronca de su público. Por segunda temporada consecutiva, el Sporting lograba su peor clasificación histórica.
Pero, aunque fuera nadie dudaba de que había que volver a cambiar cosas, en el club y Orlegi Sports lo tenían claro. El comandante de la nave debía seguir siendo Miguel Ángel Ramírez, al que tocaba darle más y mejores medios con los que trabajar. En el mercado se realizaron pocos, pero buenos fichajes que permitieron subir el nivel cuando a la vuelta de cedidos como Gaspar. También se traspasó sin que tuviese apenas incidencia en el juego a Pedro Díaz, uno de los baluartes en las últimas campañas. Fuera se dio un paso más en la inversión en infraestructura y apartados médicos. Todo ello trajo aparejado un mejor control físico del que ya se están viendo resultados al apenas haber sufrido lesiones musculares desde julio hasta diciembre.
Pero la realidad es que en verano todo esto no levantó la ilusión en la grada. Y eso se notó en la campaña de abonados. Ésta fue más pobre de lo esperado, no alcanzando los 19.000 abonados al cierre en septiembre. Pero la realidad diría que lo mejor estaba por llegar. El inicio de liga, con dos derrotas en los tres primeros partidos de liga, no ayudó tampoco a cambiar esa imagen. Todo empezaría a cambiar en la cuarta jornada. La victoria ante el Burgos en el minuto 98 cuando hizo ‘clic’. Tanto en el vestuario como en la grada. El Sporting empezó entonces a partir de ahí a crecer con claridad, llegando a despachar en los siguientes dos meses grandes partidos que le anclaron en la zona alta de la clasificación.
La afición veía entonces a un equipo que sí enganchaba. Tanto por su derroche en el césped como por su apuesta de juego. Para muchos, mérito de que el técnico cambió. Para otros, producto del trabajo y la paciencia con sus métodos. Un debate que, a día de hoy, aunque ya prácticamente nadie duda en público de la valía del técnico, sigue presente. Noviembre y diciembre fueron dos meses que dejaron más dudas por la falta de resultados, pero no en el plano social. El club adelantó la tradicional campaña de abonados de Navidad a noviembre y los resultados no tardaron en dejarse notar. Más de 1.000 socios nuevos o que volvieron tras no hacerlo en verano y que hace que el club vuelva a estar rondando la barrera de los 20.000. Esa cifra tendrá que esperar a 2024. Un año en el que el sportinguismo quiere seguir soñando.