El declive de Chen Yansheng
Analizamos los ocho años de Chen como presidente del Espanyol: promesas incumplidas, críticas crecientes y la urgente necesidad de renovación
Chen Yansheng cumple ocho años como presidente del Espanyol cuando la situación deportiva y la oleada de críticas sobre su gestión tambalean seriamente su mandato. Los mismos que fuimos seducidos por la ambición y las promesas vacías de aquél empresario chino somos hoy víctimas de un engaño.
Como dueño de Rastar Group, Chen Yansheng llegó a Barcelona en enero de 2016 con el objetivo de proyectar el Espanyol hacia la élite del fútbol español. Prometió no tener que vender jugadores por motivos económicos y se aventuró con la Champions. De entre su gran abanico de promesas ilusiorias, Chen dijo que “el Espanyol debía luchar para estar al nivel de los mejores equipos del mundo”. El magnate asiático fue calurosamente bienvenido a la Ciudad Condal, aunque su figura también despertó miedo entre los más sabios. Sin embargo, la mayoría de la afición perica se vio encandilada por la ambición de aquel pez gordo y la posibilidad de ver el Espanyol en lo más alto.
Su perfil bajo, condicionado por las limitaciones lingüísticas, ha alimentado el hermetismo de la cúpula presidencial durante todo su mandato. Sus comparecencias han llegado a cuentagotas, la mayoría telemáticas, dejando clara su predilección por los mensajes grabados y casi siempre acomodado en grandes despachos.
La mano derecha de Chen durante su dirección ha sido Mao Ye. Licenciado en empresariales y sin más experiencia que la que ofrece un despacho de abogados y una empresa auditora, Mao asumió un cargo importante en el organigrama blanquiazul con 31 años. La seguridad que transmitía el joven rápidamente cautivó a Chen, quien le convirtió en asesor y hombre de máxima confianza. De corte también discreto y con un catalán casi impecable, Mao ha actuado como cara visible de la directiva, excusando repetidamente a la propiedad y reafirmando el compromiso de Chen con el club, aun estando a más de ocho mil kilómetros. Sin embargo, ha sido objeto de críticas por su juventud, así como por la nula experiencia en el sector deportivo.
Nadie pone en duda las habilidades financieras del tándem Chen-Mao, pero las obligaciones de la directiva de un club de fútbol trascienden mucho más allá de la gestión económica. Es la responsable de delegar la gestión del capital humano (jugadores, entrenadores…) a un director deportivo, cuya elección marca el porvenir futbolístico y debe ser estudiada en profundidad. Un error en ese cargo puede conllevar años de ostracismo. Después de ocho temporadas, los datos del Espanyol dan pruebas de ello: doce entrenadores, seis directores deportivos y dos descensos. Ni rastro de la estabilidad que abanderaba Mr. Chen.
Y él mismo parece haber perdido la fe, o el dinero. Poco a poco, la relación con la afición se ha ido enfriando. Gran parte de la parroquia blanquiazul señala su gestión –o no gestión- como la culpable de la situación actual del club. Quintos en segunda división y con un balance de 41% de victorias, el Espanyol necesita de una renovación urgente para revertir la dinámica. No ascender sería un hachazo para la economía, la plantilla y la moral del Espanyol, aunque Chen parece haber desistido de su intento de llevar el club «al nivel de los mejores equipos del mundo».
Pese a los incesables rumores sobre ofertas de compra, Chen permanece aislado e inaccesible, mientras su club, el club por el que tanta “pasión” sentía, se hunde.