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La década más gloriosa de la era moderna

MADRID, SPAIN - OCTOBER 07: Vinicius Junior, Joselu, Federico Valverde and Jude Bellingham of Real Madrid celebrate during the LaLiga EA Sports match between Real Madrid CF and CA Osasuna at Estadio Santiago Bernabeu on October 07, 2023 in Madrid, Spain. (Photo by Florencia Tan Jun/Getty Images)

En apenas dos semanas, el Real Madrid celebrará uno de los aniversarios más importantes de la historia del club. El próximo 24 de mayo se cumplirán ni más ni menos que 10 años de La Décima, uno de los trofeos más ansiados en la historia del conjunto blanco, que, casualmente, se cumplirá justo una semana antes de que el Madrid pueda levantar La Decimoquinta.

El 1 de junio de 2024, el club blanco vuelve a citarse con la historia, ni más ni menos que por sexta vez en diez años. Diez años desde aquel cabezazo de Sergio Ramos en el Estadio Da Luz que dio comienzo a una de las eras más gloriosas de la historia del deporte. Historia que ellos hicieron, e historia que aún están dispuestos a seguir haciendo.

Un gol que dio comienzo a la década más dorada de la historia del deporte, en la que han sido muchos los futbolistas que han escrito con letras doradas su nombre en los anales de la competición de clubes más importantes. Pero por encima de todo, y en el conjunto de todos ellos, queda un legado en las vitrinas del Bernabéu que, tal y como ocurrió con el Real Madrid de las seis Copas de Europa de Paco Gento, continuará transmitiéndose de padres a hijos.

Una década en la que lo futbolístico ha pasado a un segundo plano. Lo que pasa en el Santiago Bernabéu cuando suena el himno de la Champions dejó de responder hace mucho a las leyes de la lógica. Decenas de equipos, algunos de los más grandes de Europa, han desfilado con la certeza de que, por muy bien que pinten las cosas, tarde o temprano recibirían el golpe de gracia.

Porque es que la primavera huele de forma diferente en Chamartín. La mística, la fe, el pundonor de un equipo que no baja nunca los brazos, arropado por 80.000 gargantas enfervorecidas que levantan a un equipo que muere mil veces y se levanta mil y una. Y cuando el coliseo blanco indica el pulgar hacia abajo indicando muerte, al rival le queda poco más que santiguarse y esperar que el golpe no sea muy doloroso. Llámase Bayern de Múnich, Manchester City, o Chelsea.

Una comunión casi religiosa en el que afición y futbolistas se convierten en uno solo, con un escudo redondito con muchas Copas de Europa como único signo sacro en común. 80.000 almas que se suman a la de 11 futbolistas bautizados en la fe de un estadio que ha visto más milagros que cualquier iglesia. Y es que en el Santiago Bernabéu parece que ya no hay apariciones divinas, sino que son ellas las que deciden quedarse a vivir allí a la espera de que alguien las evoque. Y cada noche de Champions, siempre hay alguien que las evoca.

El ejemplo perfecto está reflejado en el gol que metió al Madrid en la final. En al área de todo un Bayern, Nacho filtró un balón en el área tal y como lo solía hacer Benzema, Rüdiger puso un balón tenso al corazón del área con la zurda que recordó a Marcelo en sus mejores tiempos, y allí apareció Joselu, en la zona en la que solía hacerlo un tal Cristiano. Y esta es la forma más sencilla de entender que todo tiene que ver con el escudo, independientemente del nombre que haya en la espalda.

Y todo esto ha llevado a una de las eras más dominantes de la historia del deporte. Una era en la que el conjunto blanco se ha colado en seis finales de Champions League en diez años, que se dice pronto. La sexta y séptima de grandes jerarcas, como Luka y Toni. La segunda de jóvenes llamados a hacer historia, como Rodrygo y Vini. La tercera de aquel madridista que dejó la historia a medias y volvió a terminarla, como Carletto.

Pero es igual de importante la victoria de hoy como el camino de ayer. Un camino sin el cual la realidad actual no habría sido posible. Y noches negras como la del Bayern en 2012 o el Borussia en 2013 curtieron a algunos de los jerarcas que ahora ya han pasado al Olimpo futbolístico. Sin ellos, y sin esas noches, habría sido imposible para muchos entender que, en algunas ocasiones, el final es solo una parte del camino.

Y qué mejor forma de honrar a los que pusieron piedras en el tortuoso camino, pero no llegaron a saborear la gloria que cerrar el círculo precisamente ante el último verdugo que logró salir con vida del manicomio blanco que hacerles una ofrenda en forma de La Decimoquinta Champions. Por Mourinho, por aquella plantilla hecha para hacer historia que remó para morir en la orilla y, sobre todo, por toda una generación de madridistas que murió un poco aquellas aciagas noches. Esto va por todos nosotros.

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