Manolo González: entre el mérito y la inexperiencia

La decisión sobre el futuro de Manolo sigue en el aire tras el éxtasis absoluto del pasado domingo

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Todo lo que el fútbol tiene de bonito lo tiene de injusto, pensará Manolo González.

Días después de lograr el ansiado ascenso con el Espanyol, la continuidad del lucense en el banquillo está en manos de Garagarza, quien sería más partidario de un entrenador con experiencia en la categoría reina.

Aunque la parroquia blanquiazul pide que se de una oportunidad al único entrenador que ha logrado enderezar el rumbo del Espanyol, el director deportivo se reafirma en su papel implacable. A la opacidad de su gestión, hay que añadirle ese temple propio de los grandes ejecutivos, esos que no se dejan llevar por la fuerza del río ante un paso importante. El de Mutriku es metódico, precavido y hasta en ocasiones, impopular. Parece estar cómodo cuando desde fuera se piden cambios; pasó en los dos mercados de fichajes y en su decisión de mantener a Ramis después de Elda.

Ahora, la presión es si cabe mayor. La afición pide que se recompense el trabajo de Manolo con la renovación de su contrato, y es que su figura ha despertado una simpatía fundamentada en su cercanía y en su filosofía del trabajo.

Como más detalles han trascendido sobre él, más ha crecido el fervor en torno a su persona. Lleva un estilo de vida corriente, familiar, alejado de las redes sociales, las cuales considera “lo peor que le ha podido pasar al fútbol y a la vida” en una entrevista en El Periódico. Se define como un currante y fiel abanderado de la meritocracia: “España es un país de estereotipos […]. Yo defiendo el rendimiento, lo que vale es lo que tú has hecho”.

Y es que la mano de Manolo González se plasma en los números: ha construido un bloque trabajado y sólido capaz de cerrar los 16 partidos disputados con 7 goles encajados, menos de medio gol por partido, una cifra que dista de los 1,14 de Luis García y los 1,12 de Ramis.

No se pudieran entender sendos porcentajes sin haber traído de vuelta la mejor versión de futbolistas que habían caído en la suplencia. En Fernando Calero se ha vuelto a ver el central elegante que alumbró a media España y Cabrera ha recordado al guardián de Bordalás.

De Joan García y de su contribución a la mejoría defensiva del Espanyol, hay poco que no se haya dicho ya. La carta sobre su futuro la tiene la directiva. Tampoco sería justo soslayar el trabajo de Gragera, Keidi y Omar; muy serios en los duelos y en las ayudas, sus actuaciones han contribuido a cerrar el equipo en fases de bloque bajo y a empujarlo en la presión tras pérdida.

Así pues, la decisión sobre el próximo entrenador ya se cocina a fuego lento. Si el lucense se queda, será porque Garagarza ve en él una figura capaz de liderar un proyecto competitivo en primera. Si lo despide, la leyenda de Manolo González habrá sido corta, pero digna de recordar.

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