El derbi madrileño se tiñe de rojiblanco
Gracias a un penalti, los de Simeone se mantienen en el pulso por la Liga con el mínimo esfuerzo a tres días de jugar en la Liga de Campeones
Día 9 de marzo, sábado, Madrid agraciada por las buenas temperaturas, con unas condiciones climatológicas primaverales. No importa que sea las 16:15 de la tarde, hay quienes no entienden de horarios para venerar a sus equipos. Cincuenta y ocho mil espectadores inundan las gradas del Wanda Metropolitano para ambientar este partido de la jornada 27 de LaLiga. Un derbi madrileño, no el derbi pero sí un derbi, que enfrentan al Atlético de Madrid frente al Leganés.
Cuando el reloj de Mateu Lahoz marcó la hora establecida hizo sonar su silbato, sin titubeos, para dar comienzo al partido. Los locales hacían eco de su aparente superioridad, así lo marca la tabla de clasificados, y querían llevar las riendas del partido. Un once plagado de novedades, desde la presencia del joven Solano (ante las lesiones de los laterales izquierdos), la aparición de Kalinic en la punta de ataque, la recuperación de Vitolo. Aparentemente producto de un partido que está en la mente de Diego Pablo Simeone, la visita a Turín.
El Leganés salió con todo, ordenado en la zona defensiva y con las ideas claras a la hora de recuperar balón. Su sólido planteamiento defensivo desbarató toda intentona de crear peligro por parte de su rival, un juego lento y previsible ayudó a la férrea defensa ‘pepinera’. Los minutos iniciales la posesión del balón se mantenía fiel al equipo ‘rojiblanco’, pero con un ritmo pausado y lento. El Atlético de Madrid jugaba a ritmo de nana, pero el Leganés estaba muy despierto, con la concentración máxima. Sin conceder ni un ápice de espacio, un sistema defensivo compacto. Kraverts, el carrilero izquierdo del Leganés, se presentaba con ganas de llevar a su equipo a dar la sorpresa. El ucraniano cara a cara frente al colombiano, Arias, un bonito -e intenso- duelo que se libró durante los primeros cuarenta y cinco minutos.
Pocas oportunidades durante el primer tiempo por parte de ambos equipos, ninguno consiguió encontrar la llave que abriese la puerta de aquellos dos fortines establecidos en la línea defensivo. Nadie encontró el modo de romper los planteamientos tácticos de los técnicos argentinos (Simeone y Pellegrino). De las pocas ocasiones que provocó levantar al aficionado colchonero vino en un balón aéreo lanzado por su capitán en el día de hoy: Griezmann. El balón fue directo a la cabeza del central uruguayo, Giménez, que buscaba en segunda instancia al delantero croata que jamás llegó a reencontrarse con el balón debido al corte de Omeru, protagonista en la segunda mitad.
El segundo tiempo dio comienzo con un hecho poco común, doble sustitución (en el equipo de Simeone) que permitiría la entrada de Saúl y Lemar, la sorpresa está en uno de los jugadores sustituidos. Griezmann sería sustituido por su compatriota, además también saldría el -hoy- debutante en las filas rojiblancas, el colombiano, Solano.
La entrada de Lemar provocó un efecto de mayor dinamismo y velocidad en el juego de los locales, el jugador francés animó a sus compañeros y resultó ser la llave que desbarató el muro ‘pepinero’. El Atlético de Madrid disminuyó el número de pases e incrementó una marcha más en el ritmo del juego. Así, en una -rápida- combinación colectiva aparecieron Correa y Kalinic con el tuya-mía hasta que Omeru zancadilleó al atacante argentino. Penalti, con solo cuatro minutos de segundo tiempo.
El encargado en asumir la responsabilidad y medirse desde los once metros con el portero ucraniano del Leganés, Lenin, sería Saúl. El jugador ilicitano lanzó, abajo, a la izquierda del portero, quien adivinó la trayectoria del balón que consiguió parar el penalti. Su intentó por evitar el gol dejó el balón muerto en el área pequeña, la pelota muerta y dándole una segunda oportunidad al jugador español para poner el uno a cero.
Los minutos venideros soplaba un viento huracanado llamado Atlético, un ritmo frenético con una dinámica muy distinta a la del primer tiempo. Gracias a esa intensidad y verticalidad, los de Simeone consiguieron varias oportunidades de gran peligro, desde el lanzamiento de Thomas al travesaño hasta un lanzamiento de Lemar en el que Lunin tocaba lo suficiente para salvar un balón con destino a la red de la portería ‘pepinera’. El juego beneficio a un hombre en concreto, Correo, su electricidad provocó un sinfín de alternativas que conectó directamente con Lemar, Thomas y el propio Kalinic.
El vendaval se desvaneció a los pocos minutos, poco a poco los locales se asentaron y le tocaba al Leganés proponer. El Atlético estaba cómodo y parecía, como así sería, que el resultado estaba destinado a morir tal y como estaba hasta el momento. Las ocasiones se redujeron a pocas, o casi nada, en la mente de los locales solo estaba el partido del martes de Champions y los visitantes no tenían la suficiente capacidad de romper el muro rojiblanco.
El partido murió desde el minuto sesenta, a falta de media hora de partido, el tiempo pasó y el júbilo acarició al equipo de casa. El derbi madrileño se decantó por el equipo local con una ventaja mínima y presiona al líder que jugará a continuación.
