Del esperpento al romanticismo
Como un escritor buscando su estilo, el director deportivo vuelve a cambiar parte de su modelo de proyecto en busca de estabilidad y crecimiento real para el Sporting
Miguel Torrecilla ha dejado prácticamente cerrada la plantilla en el mes de julio. Queda el centro de la defensa donde se está a la expectativa con Marc Valiente y Mathieu Peybernes. Ambos centrales y los dos con buen pie para sacar el balón jugado. Dos jugadores que, si llegan, lo habrán hecho renunciando a dinero por subirse a un proyecto deportivo que pinta muy, pero que muy bien. Un patrón repetido este verano y que no deja de sorprender vistos antecedentes pasados.
José Alberto López tendrá por fin tiempo para construir un equipo más acorde a su idea de fútbol. Un equipo ofensivo, vertical, atrevido y atractivo. A pesar de la baja talla del rival, eso ya se vio en el primer amistoso de la pretemporada. Un equipo ilusionante no sólo por los nombres propios que lo componen, si no por lo que suponen.
Es la primera vez que con sus propios ojos muchos jóvenes sportinguistas ven que un jugador formado en Mareo vuelve porque quiere y no porque lo necesite.
Y es que no olvidemos que este año todo pintaba horrendo en Gijón. Y, sin embargo, un mes después todo parece ilusión y esperanza por parte de la afición rojiblanca. Tras una rueda de prensa bochornosa, en la que el salmantino usó trucos de farandulero para escapar de una situación complicada, la afición estaba con las antorchas en la mano. Y no hablemos de la campaña de abonados, parecía imposible repetir el número de socios y por el momento los números son similares a años pasados. Dos semanas de mercado. Solamente dos semanas lo han cambiado todo.
27 años después algo está cambiando
El fichaje de Javi Fuego fue el pistoletazo de salida. El poleso quizá se convierta en el fichaje que cambie definitivamente los infaustos años que viene sufriendo el Sporting desde 1994, todo esto, antes de jugar. ¿Y por qué? Porque ha querido estar aquí, en casa, rechazando ofertas mejores.
Es la primera vez que con sus propios ojos muchos jóvenes sportinguistas ven que un jugador formado en Mareo vuelve porque quiere y no porque lo necesite. Durante más de 20 años hemos visto jugadores irse, queriendo crecer, y siempre malvendidos. Casi tres décadas en los que los jugadores abandonaban Gijón porque el Sporting tenía un techo de cristal; su propiedad.
Esa propiedad que malvendía los jugadores prometedores para quedarse con raspas debajo de las uñas, poniendo por delante su interés personal al club. En esa situación, ¿que derecho hay para criticar a quien quiera irse? Ninguno. Ni Javier Fernández ni Miguel Torrecilla son los mejores en su puesto. Ambos han cometido errores en numerosas ocasiones. Pero desde luego no son lo mismo, o al menos ya no lo parecen.
Este año el Sporting se ha convertido en esa fábrica de ilusiones que debe ser un equipo de fútbol para su afición.
En los últimos tres años con Miguel Torrecilla a los mandos han pasado muchos jugadores. Algunos buenos, otros mediocres y otros, como decimos en Asturias, pufos. Pero los de abajo sí han tenido prioridad para subir y tener la oportunidad en el primer equipo. Y si rinden se les cuida y se les paga, tanto en el filial como en el primer equipo. Y los ejemplos son Nacho, Dani, Pedro, Sergio o Meré.
El Sporting demuestra con los fichajes de Javi Fuego y Manu García que si un jugador formado en casa puede aportar y quiere estar aquí el club hará un esfuerzo por él. Algo tan simple como eso en Gijón es novedad, y supone una vuelta de tuerca completa. Al fin se escucha la demanda de la afición y hace que esta se reencuentre con el Sporting que anhelaba. Por fin, tras 27 años, empieza a ser creíble que si el club vende a alguien importante para el presente o para el futuro es porque el futbolista es el que quiere irse. Y también con la seguridad de que no será malvendido.
Un equipo del que sentirse orgulloso
Seguirá habiendo errores, fallos, y cosas criticables y desde luego que un verano o una temporada buena no puede borrar 27 años. Pero lo que sí es innegable es que este verano las cosas han cambiado. Muchos de los jugadores que han venido han rechazado ofertas mejores para estar aquí. Y otros muchos rechazan ofertas mejores para quedarse.
Tras tres años zozobrando, Miguel Torrecilla presenta el proyecto que vendió él mismo desde el primer día y Javier Fernández antes que él. Ahora solo falta que el balón entre para que todos los sportinguistas puedan disfrutar al fin de lo que llevan añorando años. Este año el Sporting se ha convertido en esa fábrica de ilusiones que debe ser un equipo de fútbol para su afición. Un equipo identificado e identificable. Un equipo que gane o pierda les haga sentirse orgulloso.
Venga, pues a fichar a Jony, que a ese ni siquiera se le malvendió, simplemente se le despreció.