El 2019 del Villarreal: el infierno puede esperar

La primera cosa que se nos viene a la memoria si recordamos el año del Villarreal es, indudablemente, lo cerca que estuvo el club castellonense de bajar a Segunda División. Muy lejano quedaba ya ese Villarreal europeo, peleando temporada tras temporada un puesto continental. Ha sido un año de volver a empezar, de sufrimiento todas las jornadas. De jugártelo todo en la penúltima jornada frente al Eibar y acabar una temporada sabiendo que, a pesar de todo, el Villarreal jugaría una temporada más en la categoría de oro del fútbol español.

Fragilidad en las áreas

Es imposible no recordar el descalabro amarillo de la 18-19. Un equipo confeccionado para jugar, dominar los partidos y optar por puesto en Europa. Un conjunto que tenía la base de los antiguos años al que se le sumaban refuerzos como Cazorla, Toko Ekambi o Gerard Moreno. Sin embargo, estamos hablando de una plantilla que no empezó a competir hasta bien entrada la segunda vuelta ya primaveral, y no era una coincidencia que Calleja volviera entonces de su despido prematuro.

Quien empezó el año fue García Plaza, entrenador experimentado donde los haya, pero incapaz, esta vez, de levantar una plantilla que andaba decaída. No había ni un solo argumento que diera esperanzas a la salvación del Villarreal. Solo el tiempo, pues quedaba una vuelta por disputarse; y los jugadores, que no mostraban, por miedo a fallar, todo lo que tenían.

Se puso de manifiesto que solo Calleja podía reflotar este ‘Submarino’, más hundido que tocado. Los partidos se jugaban y se disputaban, pero la fragilidad defensiva y la falta de gol pesaban como losas. No se dominaba, en absoluto, ninguna área. Eran los puntos flacos de una plantilla con un nivel altísimo, pero con los ánimos por el suelo. De hecho, este problema no se ha solucionado aún, pues incluso el Villarreal actual sigue pecando de fragilidad en su propia área, mal endémico ‘groguet’.

El plan de Calleja pasaba por fortalecer la defensa. Darle seguridad a la salida de balón y acumular hombres por detrás del balón cuando se perdía la posesión. No quería sufrir. Lo de dominio del juego y creación, para el 2020. En este sentido, pocos fichajes han funcionado tan bien en la historia de este club como Vicente Iborra, titular desde el minuto uno y gran valedor del poco arriesgado sistema de Calleja.

El resultado de todo esto lo sabe todo el mundo. Se sufrió lo que no estaba escrito. Las lágrimas de Cazorla en el Villamarín tras desperdiciar un penalti en el 90 eran el reflejo más certero de que este navío estaba pasando un viacrucis eterno. Restaba poco tiempo, y la Europa League ya no estorbaba más. Pero esta plantilla no podía hundirse más, demasiada calidad y experiencia al servicio de un objetivo común. En las últimas 7 jornadas, 4 victorias y 2 empates dieron los puntos suficientes para permanecer un año más en la mejor liga del mundo.

Disfrutar lo vivido

Desde el 2012 que el pueblo de Villarreal no sufría tanto. Ese año el bagaje final no fue tan bueno, pues se bajó a segunda para, posteriormente, ascender. La del 2019 había sido una temporada terrorífica, con fantasmas por doquier. El proyecto del Submarino se tambaleó tanto, que, almenos, permitió recordar tiempos pasados, siempre mejores. En Villarreal se habían acostumbrado a Europa y a disfrutar jornada tras jornada. A disputarle partidos a los gigantes europeos y a copar portadas en diarios nacionales. Pero a esa realidad no se le daba valor. Era un sueño que se alargaba año tras año, bajo la eficiente dirección de Roig.

Estar tan cerca del infierno no hizo más que darle perspectiva al proyecto. Fue un año malo que ponía de relieve lo buenos que fueron los demás. Sin embargo, ver el vaso medio lleno no daba excusas que justificasen tan mediocre temporada, lo que provocó la limpieza parcial de un vestuario que necesitaba un agite. En verano se fichó una defensa totalmente nueva, Zambo Anguissa, Moi Gómez… una cara más fresca que revitalizase el proyecto.

Y le ha cambiado la cara al equipo. La moneda ha girado, y si antes veíamos su cruz, ahora podemos observar los grandes registros del Villarreal, cuarto equipo más goleador a una jornada de terminar la primera vuelta. Gerard Moreno apuntando a la selección, fichajes que ahora sí rinden, Cazorla capitaneando el proyecto y un banquillo tan metido en la dinámica que los titulares no pueden dejar de jugar bien.

No era nada difícil mejorar las expectativas respecto al año pasado. Sin embargo, muchas dudas iniciales en defensa confirmaron el mal endémico de este club: la fragilidad defensiva. Y no es por escasa calidad o contundencia, pues hasta 7 jugadores fueron convocados por sus respectivas selecciones, sino por la a veces nula capacidad competitiva en todas sus líneas. De hecho, de los aspirantes a Europa, el Villarreal es el equipo que más goles recibe.

Ha sido un año de altibajos para el club. Con dinámicas de resultados muy contrarias entre medio y medio año. Si algo recordaremos del 2019 es como empezó, por la envergadura de la agónica situación, pero el final del 2019 está siendo abrumador. Con un mes de noviembre terrorífico a nivel de resultados, a los de Calleja se le han venido encima 5 rivales directos por Europa. De momento, 7 puntos de 12, que no hacen más que confirmar que, si este equipo compite, es capaz de hacerle frente a cualquiera.