El sportinguismo recobra la ilusión

El fichaje de Jony hace que el sportinguismo vuelva a ilusionarse con la llegada de un jugador que alcanzó la categoría de hijo predilecto de El Molinón en su anterior etapa

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El fichaje de Jony para el Sporting no es un refuerzo cualquiera. Deportivamente se trata de un extremo izquierdo que vendrá a paliar una necesidad acuciante en la plantilla que el propio Rubén Baraja ha demandado. Pero hay más. Con su fichaje el sportinguismo recupera a uno de sus últimos ídolos. Recontrata a un guía para que le ayude a salir de la tenebrosa oscuridad que atraviesa el sportinguismo desde que hace más de un año alguien, cuyo nombre evitaré pronunciar, decidió que un equipo que tenía una sintonía total con la afición debía ser desmantelado. Es el regreso de un jugador que les rompió el corazón en trocitos cuando decidió volar del nido e irse al Málaga por una gestión, a todas luces, negligente.

El componente emocional que supone la vuelta de Jony al Sporting es difícil de describir sino sientes estos colores y este escudo. Pero lo intentaré. No obstante lo primero es entonar un mea culpa. Siguiendo las enseñanzas de Manolo Preciado, me la tengo que «comer doblada» con el regreso de Jony al Sporting. Quién aquí escribe le acusó de «pesetero» y posiblemente «desagradecido». Lo llamaré arrebatos pasionales de rabia por no proferir un descalificativo mayor hacia mí. Porque ese al que llamaba pesetero ha decidido volver a su casa. Y no de cualquier manera. Lo hace perdonando dinero firmado para jugar en Gijón una vez supo que tendría que salir de Málaga.

Se dice, alguien se ocupa cada poco de recordármelo, que el fútbol es una fábrica de ilusiones. Pues el regreso de Jony genera precisamente eso. Ilusión; pero también unión. La misma ilusión y unión que hubo entre 2014 y 2016 con un equipo que será recordado en el sportinguismo por muchos años. Aquel al que se llamó «El Sporting de los Guajes». La sintonía que había entre aquel equipo y la afición tanto la primera temporada del ascenso, como la segunda de la permanencia fue especial. Me atrevería a decir que incluso fue algo único en la centenaria historia rojiblanca.

Volviendo a las enseñanzas de Manolo Preciado; aquel equipo transmitía alegría. Y cuando al sportinguismo le transmites alegría, éste responde con toda su bravura. Bien sea abarrotando su estadio o desplazándose en auténtica masa al estadio rival. Bien inundando las redes sociales con mensajes de apoyo o acudiendo en masa a Mareo con pancartas y bengalas para insuflar apoyo. Pero sobre todo, cuando al sportinguismo le das alegría, logras una unión.

Esa inquebrantable unión entre afición y equipo hace que hasta la mayor de las gestas imposibles, pueda parecer posible. Y no hace falta más que recordar como ascendió en 2015 y como permaneció aquel equipo en 2016. Con la llegada de Jony, esa unión comienza a fraguarse. A la vez que esas heridas que llevan mucho tiempo abiertas empiezan a cicatrizar. Ahora queda lo más difícil. Veintiún jornadas en las que el equipo debe ayudar a cerrarla del todo con juego y resultados. Con Jony la afición lo ve mucho más posible. Porque, tras más de un año caminando a la deriva, ha encontrado un faro de esperanza por el que guiarse.

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