Los Celtics entran en barrena
Los Celtics no levantan cabeza en Febrero y caen por debajo del 50 % de victorias por vez primera desde 2015
Justo antes de la lesión de Smart, los Celtics miraban con moderado optimismo la temporada. Se esperaba la recuperación total de Kemba Walker y el rendimiento de los Jays era muy bueno. Sin embargo, todo ha cambiado de arriba a abajo en apenas un mes.
Después de un verano decepcionante, con todas las miradas puestas sobre Danny Ainge y su Trade Exception, la temporada transcurría con irregularidad en el juego de los Celtics. Mientras Jayson Tatum mantenía sus buenos números y Jaylen Brown ascendía a niveles de All Star, el juego del equipo demostraba falta de solidez en ambos lados de la cancha.
Febrero maldito
Acostumbrados al juego coral de otras temporadas, desde el pasado curso se ha vislumbrado una clara deriva del cuadro de Brad Stevens hacía un cierto Hero Ball. La prueba de ello es como Boston ha pasado de ser uno de los equipos con mayor número de asistencias de la liga a todo lo contrario. Además, como suele ocurrir cuando la mayoría no huele el balón, el nivel defensivo ha ido decayendo paulatinamente, sostenido tan sólo por el coraje de Marcus Smart y la ilusión de los más jóvenes.
Para colmo de males, la lesión de Smart parece haber ahondado en los males del equipo de Massachussetts. Y es que el escolta tejano es el pegamento de estos Celtics y, sin él, se han desmoronado como un castillo de naipes. Unido a su baja, Boston ha vuelto a caer por debajo del 50 % de victorias por primera vez desde 2015 y, para cuando regrese, esta por ver que el equipo sea el mismo que cuando se lesionó.
Ainge y Stevens en la picota
Mientras el equipo iba perdiendo encuentros, las hogueras se iban encendiendo en Boston. Una ciudad (mal) acostumbrada a las victorias, especialmente en este siglo. Y es que, en este periodo, los «Tom Brady» Patriots han acumulado 9 campeonatos, los Red Socks otros 4, y los Bruins y los Celtics han sumado tan 1 cada uno. Pero en Bean Town llevan 2 años sin descorchar el champán y, dejando el resto de deportes a un lado, el crédito de Danny Ainge comienza a agotarse. El anillo de 2008 parece ya una leyenda de otros tiempos y la confianza de la afición en el proyecto ha desaparecido por completo. Las fallidas incorporaciones de Kyrie Irving y Gordon Hayward, la incapacidad para convencer a Kevin Durant y, después, no estar tan siquiera cerca de Anthony Davis han hecho mucho daño a la imagen del directivo de Eugene.
Además de Ainge, el otrora encumbrado Brad Stevens ya no es intocable para la ausente grada del Garden. La gestión del vestuario y la faceta defensiva se comienzan a poner en duda, mientras las voces que piden un cambio en el banquillo resuenan con cada vez más fuerza. A nadie se le escapa que el juego del equipo ya no tiene el sello del preparador de Indiana y que la temporada corre el riesgo de ser intrascendente o, incluso, un punto de inflexión en el proyecto céltico.
Con este panorama, los Celtics deben optar por movimientos que les hagan competitivos a corto plazo o armarase nuevamente de paciencia y construir un proyecto ganador alrededor de Tatum y Brown. No parece que haya una solución sencilla a la situación actual. El parón del All Star será crucial para Boston, más allá del devenir de este curso.