El Villarreal se exhibe con una manita
En los primeros 12 minutos, el Villarreal ya había marcado dos goles. Un error de Coquelin, metió al Levante en la lucha, pero la segunda parte fue una exhibición de puntería y juego de los amarillos. Una dulce fecha más que alarga el dulce momento de la entidad, 5ª en la Liga.
5 goles, pero pudieron ser más. El Villarreal dominó e hizo suyo un partido que exhibió el dulce momento que vive la entidad vilarealense. Una manita balsámica que volvió a comandar Gerard Moreno, a quien los focos empiezan a serle rutinarios. Destila calidad y la suelta como una cañería suelta agua al romperse. Emery tiene a su líder, y con una estrategia bien enfilada en la espalda de la defensa del Levante, confirmó que el Villarreal llega al momento crucial con sus armas bien afiladas.
Emoción inicial
En la escena que ofrecieron Villarreal y Levante primó, des del primer minuto, la velocidad y la precisión en cada acción que se realizaba. Un fútbol digno de un derbi, con las marchas más altas puestas des del pitido inicial. Los pupilos de Emery, resacosos de su clasificación a semifinales de Europa League, tomaron la iniciativa del partido e impusieron su ritmo a base de golpes certeros: sus dos primeras ocasiones subieron al marcador.
Postigo, en su propia portería, culminó una bonita acción al borde del área entre Parejo, que filtró el pase, y Mario Gaspar, quien puso el centro decisivo. El Levante no tuvo tiempo ni para digerir el tanto. Antes de que pudieran despejar la cabeza, Gerard Moreno ejercía de solista para subir el 0-2. Un balón largo de Parejo lo cazó al espacio el catalán. Metro a metro, se internó en el área y bailó dentro de ella. Un amago, un recorte que echaba al suelo a Duarte, y un pase a la red. 20 goles, números que plasman y materializan su superioridad técnica, mental y física con respecto a los demás 21 jugadores.
Difícil encarrilar mejor un partido, claro. El Levante, ante su pobre inicio, frenó la caída tras un error garrafal de Coquelin. Los peores sueños de un centro campista los vivió el francés, en su noche más aciaga como jugador del Villarreal. Recibió de espaldas un pase de Asenjo en el balcón del área, pero se durmió. Malsa no falló el mano a mano, y, sin comerlo ni beberlo, el Levante corregía el marcador.
Puntería amarilla
Los locales se sacudieron el miedo de encima y propusieron más y mejor. Sin embargo, el Villarreal no soltó el timón. Sin la puntería necesaria para ampliar el marcador, pero protagonizando las mejoras ocasiones y sembrando un peligro cuyos frutos se recogerían en la segunda mitad.
Las bases de la goleada se pusieron a base de ocasiones y oleadas rapidísimas en las transiciones. El Villarreal cargó el área innumerables veces y con muchos jugadores. Unos magníficos cimientos que, con el tiempo y la pérdida de tensión de su rival, desembocó en una exhibición de un equipo con la confianza por las nubes.
La tendencia del Villarreal de buscar la espalda constantemente de la zaga levantinista fue un acierto total. El segundo, el tercero, y el quinto gol vinieron tras tres pases a la espalda. Parejo para Gerard, Gerard para Alcácer (que asistiría a Chukwueze), y Trigueros para Chukwueze. Pases hechos desde más de 60 metros hasta la portería. Con la consigna de juego bien clara, el Villarreal fue un martillo y el Levante una nimiedad en sus manos.
Con cada gol, la tensión de los jugadores bajaba. Rubén Vezo marcó otro auto-gol, señal inequívoca de que al Levante le sobraban los 20 minutos restantes. Le sobraban tantos minutos como metros a la espalda de su defensa, pues el Villarreal no dejó de castigar la arriesgada, hoy, idea de Paco López. El momento dulce del Villarreal de Emery sigue unos días más: con una idea solida y cuajada, con líderes naturales marcando diferencias, y justo en el momento más importante de todo el año.