Trámite o milagro en los Juegos del Mediterráneo. El partido fue desde el comienzo una agonía para los locales para los que cada minuto que subía al cronómetro suponía más ansiedad. Había que remontar un 3-0 y eso no era moco de pavvo. Y más cuando los de Rubi no estaban. El Girona no salió a defenderse, sino a por el partido, a hacer lo que habían dicho en la previa, jugar valiente y les valió para ser superiores. De hecho el primer tiempo acabó sin que el Almería disparase a puerta.
En el primer cuarto de hora llegaron las más claras para los catalanes, que bailaban al ritmo de Bárcenas. Sylla, el más activo dentro del área, tuvo hasta dos verdaderamente claras. El Almería perdonó una de Juan Villar: se le hizo de noche y le robaron la cartera.
Muy poco de los andaluces, que se fueron a vestuarios entre tímidos pitos. Resistía el Girona, que jugando un buen fútbol veía cada vez más cerca la final.
El segundo tiempo comenzó con un gol anulado al Almería. Cabezazo de Samú a la salida de una falta que detuvo Juan Carlos en la misma línea (una parada increíble). Se formó un caos porque los jugadores del Almería decían que el balón había entrado. El árbitro inicialmente dijo que no, pero de repente se llevó el silbato a la boca y señaló gol. Celebraban los jugadores, pero intervino el VAR y anuló el tanto. Y tenía un doble motivo para ello: primero, que el balón no había entrado del todo y segundo, que Samú partía en fuera de juego.
Acunaba el partido el Girona tocando en campo rival. Dejando que corriese el crono y desesperando a su rival. Los andaluces se precipitaban. El equipo mostraba una versión muy lejana de la que requería la gesta. Estaban los rojiblancos tocados y hundidos.
Con el 0-0 se llegaría al final del partido. No hubo milagro en Almería. Los indálicos jugarían la próxima temporada en LaLiga SmartBank mientras el Girona se acercaba un paso más a Primera.
