Tras unos malos resultados, Pablo Prigioni debe pasar de manera inmediata a los anales del deporte. Si hablamos de manera diplomática, un entrenador que no cumple siempre debe renunciar a su cargo porque tiempo atrás, posiblemente, se haya comprometido a asumir una responsabilidad. Dicho y hecho. El señor Prigioni dimitió y los jugadores, como no podía ser de otra manera, le apoyaron. En el fútbol es casi inviable ver algo similar. No son problemas con la directiva, sino problemas con uno mismo. Hay que saber entonar el ‘mea culpa’ y da igual si eres jugador, entrenador o presidente porque ante todo hay que tener dignidad.
El deporte te impregna en un silencioso abrir y cerrar de ojos. Nunca traiciona. De verdad que no hay excusas: se cumple o no. En el caso de que la tesitura se tuerza hay que tirar de valentía para admitir un error propio y dejar la silla a otro que se lo merezca más. Prigioni es un ejemplo. Ya no quedan profesionales que hagan hincapié a su situación laboral. De hecho, apenas han existido. Menos mal que siempre hay excepciones…