Raúl García de ‘Oro’ permite al Mirandés soñar

El carbón llegó pronto a Miranda de Ebro. Cuando parecía que Joseba Etxeberria y sus compañeros estaban consiguiendo huir del infierno, el destino los castigó con la lesión de Raúl García de Haro, su máximo goleador, referencia y líder espiritual. Se impusieron en Santander, pero todo parecía un espejismo. ¿Hasta cuándo duraría esta alegría perecedera? Ni siquiera hubo tiempo para lamentaciones. El ‘9’ iba a pasar la Navidad con el hombro inmovilizado y viendo los partidos desde la grada, mas él se negó. Volvió mucho antes de lo previsto y, en cuatro minutos, inauguró y jubiló el marcador. Yuri recortó distancias, pero no fue suficiente para darle la vuelta a la contienda. El Mirandés está ya a seis puntos de los play-offs de ascenso. ¿Se vale soñar? ¿Aún se está a tiempo de escribir la carta a los Reyes?

La vuelta del hijo pródigo

El Mirandés parecía estar tocado y en proceso de hundimiento. Cuando el equipo empezaba a carburar, cuando empezaba a escapar del bronceado infierno y oteaba un horizonte plateado, se quedó sin su guía, sin su referencia. Fue en el duelo ante el Leganés que Raúl García de Haro se lesionó el hombro. Si en Barcelona una estatua de Cristóbal Colón señala América, el ariete cedido por el Betis era incapaz de levantar el brazo para dirigir a sus compañeros. Se confirmó el peor de los pronósticos: debería estar entre tres y cuatro semanas fuera de los terrenos de juego. El año se había terminado para él.

Pinchi, Roberto López y un reconvertido Barbu tomaron su testigo y se llevaron el botín de Santander, pero ¿hasta cuándo resistirían? Ni siquiera hizo falta encontrar una respuesta. Nadie lo esperaba, pero se plantó en Anduva. No iba ataviado con ropa de calle, sino con camiseta, pantalón y medias. Raúl García de Haro estaba de vuelta. Solo se había perdido un partido y no soportaba tener que ser un mero espectador en las gradas. La satisfacción rebosaba del corazón de Joseba Etxeberria. Se había guardado los turrones para evitar atragantarse, pero ya podía comérselos tranquilo. Papá Noel le trajo el mejor regalo de Navidad.

One, two, caramba 

Tan solo un cuarto de hora necesitó para recuperar la forma. La Ponferradina intentó aprovechar los primeros pasos en falso de un renqueante Mirandés para infligir daño, mas Edu Espiau no tenía la mirilla bien calibrada. Una vez superados los minutos de cortesía, la tripleta atacante rojilla no tuvo piedad. Óscar Pinchi se acercó al área; Raúl García se adelantó a Amo y envió el balón al fondo de la red. Era la primera aproximación jabata. No necesitaban ni siquiera practicar. Ojeda buscó la réplida de inmediato, pero Ramón Juan leyó sus intenciones. Roberto López lideró el contraataque y puso a prueba a Amir. El mundialista iraní detuvo su desgarrador disparo y el esférico quedó planeando en el aire. El ‘9’ saltó y cabeceó. El 2-0 ya reinaba en el marcador. Raúl García no mostraba signo de dolor. Nunca se fue.

Entre que cerró los ojos para pestañear y los volvió a abrir, David Gallego vio como a su equipo se le estaba yendo el partido y no era capaz de reaccionar. Erraba pases, los centros eran imprecisos. Y para más inri, el delantero central Barbu volvió a perforar la red, aunque su tanto fue anulado por fuera de juego. Esta situación hizo que, por fin, reaccionaran los del Bierzo. Edu Espiau encontró red, pero el linier tampoco dio por válido el chicharro. La Ponferradina volvía al partido aunque el reloj jugara en su contra.

La entrada de la leyenda

La salida del túnel de vestuario trajo una sorpresita a Miranda de Ebro. El incombustible Yuri se encontraba en la línea de banda preparado para entrar en el campo. El runrún empezó a recorrer las gradas, y no era para menos. La entrada del brasileño animó a sus compañeros. Maradoniano es uno de los adjetivos de moda en el mundo del balompié y, esta vez, sirvió para calificar a Hugo Vallejo. Se fue a uno, a dos, a tres defensores. También a un cuarto. A diferencia del Pelusa, puso un centro. Barbu lo alejó, dejando en estéril todos los esfuerzos. O eso pensaba. Espiau se quedó el rechace y lo cedió a Ojeda, quien vio a Yuri libre de marca. No dudó en pasársela. A la leyenda berciana tampocó le tembló el pulso. Ramón Juan estaba batido. La Ponferradina recortaba distancias nada más volver.

La autoexplulsión de Gelabert a falta de 40 minutos del final del tiempo reglamentario, por un piscinazo del que rápidamente se lamentó, parecía servir el empate en bandeja a los visitantes, mas Pinchi se negó a bajar la cabeza. Reventó el travesaño. No quería que los tres puntos escaparan de Anduva, y menos cuando Raúl García empezaba a notar el desgaste físico y mental de las última jornadas. Espiau y Yuri atacaron y atacaron, mas a Ramón Juan se encontraron. El luminoso ya no se movió. El Mirandés se acerca a los play-offs a expensas de una Ponfe que cae en el área de peligro.