La Supercopa de ¿España?

La celebración de la Supercopa en tierras árabes vuelve a generar grandes críticas un año más

Hubo un tiempo en el que la Supercopa de España era una competición completamente distinta a lo que conocemos hoy en día. Un tiempo del que no hace tanto, y, sin embargo, parece que han pasado siglos. Por aquel entonces, campeón de Liga y campeón de Copa del Rey se enfrentaban en un doble partido para hacerse con el título justo antes de empezar la temporada.

Un envite que, por supuesto, se disputaba en los estadios de los equipos implicados. De este modo, ambas aficiones, que pagaban sus abonos año tras año religiosamente, podían disfrutar de un inicio de la temporada por todo lo alto con un título de por medio. Una competición que poco o nada tiene que ver con la que conocemos hoy en día, en la que lo único español son los equipos que participan y los apellidos de los que habitan el palco.

Desde 2018, la Federación Española de Fútbol decidió de forma unilateral que el lugar idóneo para disputar la Supercopa de España se encontraba en Arabia Saudí. Ya en 2020 se estableció el formato a cuatro equipos que conocemos hoy en día. Un formato que, por cierto, se extenderá hasta 2030 tras la última renovación del acuerdo con el Estado Árabe.

Un formato que, lógicamente, tiene tras de sí unos enormes intereses económicos. Intereses económicos de los que, como es evidente, los clubes salen beneficiados. Sin ir más lejos Athletic y Mallorca se llevan una cifra que ronda entre el millón y el millón y medio de euros, mientras que la cifra que se llevan Real Madrid y Barça, todo en función de la ronda que alcancen, suele girar en torno a los 6 millones de euros.

Sin embargo, es la Real Federación Española de Fútbol la que sale enormemente beneficiada del traslado de esta competición a Arabia, llevándose la friolera de 20 millones de euros. Por otro lado, Kosmos, empresa de Gerard Piqué, mediadora en la firma del contrato, también se lleva una parte del pastel, que asciende a los 4 millones de euros. Y es que muchos recordarán el famoso “Rubi, te tengo un proyecto que vas a flipar…”.

Resulta sorprendente en primera instancia que se lleven un torneo español a miles de kilómetros de distancia, lejos de las aficiones que, por mucho que lo olviden, son las que mueven el fútbol. Sin embargo, en segundo lugar, también es sorprendente que los clubes, que se desplazan a otro continente y suman una doble fecha más a su calendario, tampoco sean los principales beneficiados de este proyecto.

Sin embargo, no es la primera vez que los mandamases del fútbol español tratan de llevar a cabo una trama de semejante calibre. De hecho, desde hace años, Javier Tebas insiste en llevar un partido de La Liga a Estados Unidos. Es decir, pretende que un socio del Real Madrid, Barça, Celta de Vigo o Villarreal pierdan una de las fechas por las que han pagado un abono a cambio de llevarse un partido de su equipo al extranjero. Un acuerdo del que, por supuesto, el aficionado no olerá ni un solo euro.

Entre tanto, es importante también remarcar salarios. Cuando firmó el acuerdo, Luis Rubiales cobraba 675.618,87 euros. Sin sumar lo que se llevó crudo año tras año gracias al acuerdo. Por poner en contexto, el salario mínimo de un futbolista de La Liga EA Sports es de 190.000 euros. Es decir, el Presidente de la Federación cobraba casi cuatro veces más que muchos futbolistas.

Más sangrante aún es el caso de Javier Tebas, con un salario actual de 3,58 millones de euros al año. En este caso ni siquiera es necesario hacer cuentas, ya que las cifras hablan por sí solas. Sin contar lo que pretende llevarse al llevar La Liga al extranjero. Mientras tanto, para cumplir con el límite salarial, equipos como el Real Betis tienen que vender a Fekir, otros como el Valencia hicieron lo propio hace años con Guedes, y el Barça… Bueno, siempre hay excepciones.

Un sinsentido que conforme pasan los años se acentúa aún más. Calendarios cada vez más apretados, destinos cada vez más lejanos, y unos clubes que ni siquiera así son capaces de sobrevivir al yugo del fairplay, mientras que unos pocos ricos siguen engordando sus bolsillos. Sin embargo, olvidan un principio fundamental, y es que más allá de los torneos, los clubes y ellos mismos, el fútbol es de los aficionados. Y el día que deje de haber aficionados, dejará de haber fútbol.

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