En las puertas de Moscú
Francia se mete en la final tras derrotar a Bélgica con un gol de Umtiti
Hace poco más de 200 años, los franceses trataron de entrar en Moscú en busca de una victoria que les permitiera agrandar su historia. Tal búsqueda naufragó por culpa del terreno, en el que el crudo invierno ruso fue decisivo para su derrota, una derrota que fue el principio de una debacle consumada tan solo un año después. Es paradójico que en esta ocasión, los franceses hayan conseguido una gran gesta en el mismo terreno, en pleno verano y, aunque todavía el resultado final de la batalla tenga un desenlace incierto, esta vez sí que se puede decir que Francia está en las puertas de Moscú. O mejor dicho, a las puertas del mundial.
Dos de los mayores animadores de este campeonato se enfrentaban en las primeras semifinales, en busca de la final y de un paso más cercano de repetir (por parte de Francia) o inaugurar (por parte de Bélgica) su vitrina de entorchados mundialistas. Ambas selecciones estaban en plena forma, tanto física como anímica, lo que vaticinaba un encuentro apasionante, como así lo ha sido
La selección francesa de Mbappé, Lloris y Griezmann tenía ante sí un gran desafío: derrotar a una selección que llevaba más de veinte partidos consecutivos sin perder y que recientemente había crecido en el aspecto competitivo, tras reponerse estando al borde de la eliminación y tras tumbar a la selección históricamente más potente de los mundiales. Para ello contaba con, más allá de los destacados, jugadores de gran calidad táctica. Kanté y los dos centrales, Varane y Umtiti, serían capaces de poner en dificultades a cualquier delantera, algo fundamental visto el rival que tenían delante. Didier Deschamps, capitán en la Francia campeona en 1998, tenía, en definitiva, un equipazo.
Su homólogo, el español Roberto Martínez, tampoco se había andado con chiquitas. Hazard, De Bruyne y Lukaku se convirtieron en sacrilegio para las defensas rivales. Brasil puede dar fe de ello. Todo esto, unido a la fiabilidad de su defensa y de las soberbias actuaciones de Thibaut Courtouis, la convirtió en revelación de este mundial.
Francia comenzó dominando. Buena gestión de los pases y los regates le dieron una sensación de peligro inminente. Esa sensación se materializaba en Mbappé, decisivo y hombre del partido pese a no marcar, y en Olivier Giroud, currante y omnipresente durante la totalidad del encuentro. Bélgica no pasaba tampoco muchos apuros, ya que la línea de tres compuesta por Fellaini, Dembelé y Witsel funcionó casi a la perfección. Fue en el minuto 13 cuando Mbappé estuvo a punto de abrir el marcador, tras superar en carrera a Vertonghen, pero Courtouis lo impidió adelantándose a un posible disparo.
Hazard se echó al equipo encima, trató de generar el peligro que acostumbra a generar, con internadas y centros a Lukaku y Fellaini. Por sus botas pasó casi todo el peligro belga, peligro que contó a los veinte minutos con su mayor acción. Un córner al punto de penalti acabó con un disparo a la media vuelta de Alderweireld, que Lloris despejó prodigiosamente.
La posesión belga era amenazadora, por lo que tocaba compensar con esfuerzo físico, en lo que Giroud tiene un doctorado. Suyas fueran dos ocasiones consecutivas, la primera un cabezazo en el 31, y la segunda en el 33, con un centro raso que no pudo rematar con precisión. Estas ocasiones espolearon a los bleus, que tuvieron su más clara en botas de Pavard, que recibió un pase al hueco que le dejó a metro y medio de la línea de gol y que disparó, para tan solo ver como Courtouis se marcaba uno de los paradones de la jornada.
Llegados al descanso, era imposible predecir el ganador. Tal vez el dominio francés le daba cierta ventaja, pero una acción individual de cualquier rival, como De Bruyne, podría ser lo que de verdad determinara el resultado. Todo estaba por ver, la segunda parte de la batalla estaba por comenzar.
No obstante, el primer y, a la postre, único golpe lo recibieron los belgas. Un córner puesto al primer palo fue rematado por Umtiti. El culé superó a todo un especialista en el juego aéreo como es Marouane Fellaini con un salto y un remate de cabeza con el que rompió la red. Se adelantaba Francia y, aunque todavía quedaba tiempo, daba un mazazo a una Bélgica que no pudo levantar cabeza.
Los belgas ya se habían visto en circunstancias adversas, como en octavos contra Japón, donde llegaron a estar dos goles por debajo, pero en esta ocasión se encontraban con una selección de mayor calidad que la nipona y que, además, les estaba superando en juego, algo que los japoneses no hicieron. En el partido de octavos, el gol belga siempre estaba al caer, lo que permitió mantener la fe, pero en este partido no contaban con casi ninguna oportunidad.
El tiempo pasaba, el juego se basaba prácticamente en acciones individuales de Hazard y del recién entrado Mertens, pero no encontraron a un desaparecido Lukaku ni a un De Bruyne inoperante. Los balones aéreos eran casi la única opción, pudiendo resaltar un gran remate de cabeza de Fellaini que se fue fuera por poco. A esta ocasión solo le acompañó un fuerte disparo de Witsel y nada más.
Los minutos finales fueron muy apasionantes, pero al final ocurrió lo que casi todos tenían claro. El esfuerzo belga fue notorio en el mundial, pero en la semifinal, los franceses supieron mantener la calma y el resultado, y el pitido final les hizo finalistas de mundial por tercera vez en su historia. La primera la ganaron, la segunda la perdieron, pero la tercera todavía está por ver. Pero una cosa es clara, en el próximo domingo estarán, como se ha mencionado al comienzo del artículo, en las puertas de Moscú.