CONSTANCIA|| Aduriz, el «armónica» del fútbol moderno
El último de una estirpe sigue sobreviviendo en el salvaje oeste del fútbol profesional
Allá por el año 1968, Sergio Leone nos regalaba el que probablemente sea el más descarnado, duro y pulcro western que haya existido. «C’era una volta il West», conocida en España como «Hasta que llegó a su hora» superó los cánones de su género y se ganó, por derecho propio, el reconocimiento como una de las obras más grandes jamás creadas en el cine. Era una historia que tenía su villano de primera categoría (un pistolero despiadado llamado Frank e interpretado sublimemente por Henry Fonda) y uno de los primeros antihéroes que existieron, interpretado por Charles Bronson y del que nunca llegamos a saber su nombre y al que conoceremos por «Armónica», por su parquedad de palabras y el instrumento que lleva colgado al cuello y siempre suena cuando aparece.
Dicho film supera la temática propia del género para plantear una realidad que se aplica en la vida, y es que adaptarse a los nuevos tiempos nunca es fácil. Frank y Ármonica son de la misma estirpe, vaqueros a los que su tiempo se les acaba con la llegada del tren y la modernidad. El cómo afrontan ambos un futuro que les repudia marca desde el minuto uno. Frank es una cuenta pendiente para Ármonica antes de acabar su viaje, a pesar de que el villano ni siquiera recuerda quien es ese sujeto.
Aduriz vive tiempos que, a duras penas, deberían ser los suyos. En lo que para el 99% de los mortales sería su ocaso profesional como futbolista, y más teniendo en cuenta lo rápido y fácil que es elevar a nuevos ídolos para volver a lanzarlos a las catacumbas sin ningún tipo de piedad, en medio de este panorama más propio del lejano oeste que del siglo XXI, Aritz es el «Armónica» de nuestros tiempos. Un jugador que ha tenido que pelear lo indecible, labrando terrenos poco fértiles pero que forjan el carácter como son las divisiones inferiores, siempre deseando volver a su rancho para defender a los suyos y triunfar, si bien tuvo que salir dos veces del mismo hasta que pudo al fin reinar.
Aritz se enfrenta a su Frank particular. Igual que Leone personificaba la incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos en el rol de Frank, dado que su propia naturaleza acababa floreciendo a pesar de sus esfuerzos por no quedarse anclado en el pasado, el fútbol moderno en general, y el fútbol español en particular, sufren del mismo mal. Se puede usar tecnología, se puede modernizar los materiales, métodos, medios y herramientas; se intenta mercantilizar y especular con un deporte que, por mucho que se intente, nunca renegará de su esencia. Por mucho que Frank quiera ser un terrateniente con la llegada del tren, nunca dejará de ser un pistolero que anhela el sudor, el olor a pólvora y la adrenalina de un duelo al sol.
Por su parte, nuestro «Armónica» particular vive cada segundo consciente de que, a su edad y en el futbol profesional, cada segundo es un regalo. Sigue su misión, se enfrenta a un fútbol moderno con sus añejas pero fiables armas, mientras su oponente sigue sin aceptar hasta cierto punto que un anacronismo viviente como nuestro zorro continúe plantando batalla mientras los pipiolos de su rancho suspiran por heredar y poder emular lo que Aritz Aduriz es para la parroquia de San Mamés.
Un superviviente que es referente en un rol que se empeñan en no darle cabida en el fútbol actual, pero que aprende nuevos trucos, muestra nuevos recursos y que, como los verdaderamente grandes duelistas del lejano oeste, derrota a su oponente tras el ritual de la danza de la muerte no siendo necesariamente el más rápido, pero sí el más eficaz.
En un club tan especial y particular como el Athletic Club, nunca temieron la llegada del tren, porque han aprendido a convivir con él si olvidar quienes son y de donde vienen. Y no hay mejor garantía de que se preservará la naturaleza de dicho club que ser conscientes de que Aduriz es santo, seña y defensor a ultranza del fútbol que importa, del que sabes que sin tus compañeros no eres nadie, del que se muestra agradecido con el aficionado, del que tiene como mantra trabajar, trabajar y volver a trabajar, del que se queda en la memoria y los corazones de quienes lo disfrutan; en definitiva, del fútbol real, ese ente tan apasionante que necesita, más que nunca, menos Franks y más armónicas.
Al igual que todos los athleticzales saben quien fue Zarra sin haberle visto jugar, lo mismo sucederá con Aduriz, la armónica más letal del oeste. ¿Quién será su heredero?