Pobre diablo
A los guardametas muchas veces se les llama cancerberos, en una analogía de la mitología griega, en la que cancerbero es el perro de tres cabezas guardián de las puertas del inframundo. Anoche, navegando en esa alegoría, David de Gea, el meta del Manchester United, no solo no custodió bien su puerta al abismo, sino que tras un gran fallo, fue engullido hacia sus profundidades.
El portero español »homenajeó» de la peor manera a su mítico paisano Arconada, calcando su error en la final de la Eurocopa de 1984 en Francia ante disparo de falta de Platini. Tras un chut de Messi con la diestra desde fuera del área, una pelota que iba centrada y no muy potente, se coló entre su brazo y su costado izquierdo, cerrando ya cualquier esperanza de remontada para su equipo en el minuto 20 de la primera parte.
De ahí hasta el final del partido, todo el tiempo fue una sucesión de gestos de lamento y desesperación para el »diablo rojo». Miradas profundas al cielo y al suelo, cual ángel caído en su descenso al averno tras ser empujado allí por Messi (o Dios, como prefiráis) con los aficionados culés mofándose y riéndose de él como malvados demonios congratulándose del sufrimiento de su nuevo vecino, que les acompañará en la tierra del castigo eterno.
Solo el que ha estado ahí sabe el calvario que supone vivir esos momentos. El trabajo del portero es salvar a su equipo, pero por sus acciones no se va a ganar el cielo puesto que es su deber. Como mucho una felicitación efímera. Sin embargo, el más mínimo traspiés, penalizará a su equipo y a él le condenará a una penitencia que se le hará un infierno: doloroso, insufrible y eterno.
Christian Teruel Fernández
Twitter: @Chris_Le_Gabach